José Eduardo Orozco.- Tópico que en los últimos tiempos ha sido tema de conversación de familias, comunidades y empresas es el relacionado a los valores. No es difícil encontrar quien manifieste que: ¡se han perdido los valores!
Los análisis de expertos y quiénes al parecer, están “preocupados” por tan peligrosa crisis no se han hecho esperar, y como resultado de sus esfuerzos, han surgido múltiples teorías entre las que se destacan por un lado, la de los pesimistas, que avizoran un futuro nada prometedor y sostienen que, “esto no lo arregla nadie”, y por el otro la de los optimistas, que aseguran que el problema tendrá solución, cuando los que componen la sociedad, entiendan y actúen conforme a esos principios que en definitiva son los que perfilarán la conducta, personalidad y futuro de los que habitan esta nación.
Concebir un país próspero no es cosa fácil, y para alcanzar este indispensable objetivo es fundamental y necesario comenzar desde ya a modelar en hogares y organizaciones nuevas actitudes, que de manera genuina reflejen, entre otros valores: compromiso, elevados niveles de empatía, respeto, moralidad, ética y humildad, por lo que el clamor de las colectividades está orientado a construir, a corto plazo, una plataforma que brinde opciones de crecimiento personal y profesional a nuestros descendientes.
Para proyectarse en el futuro, es necesario escudriñar y estudiar necesariamente el pasado para conocer, dentro de las posibilidades, el o, los orígenes de las situaciones que hoy golpean la actualidad, y entre las que se podrían mencionar:
• Modelos copiados para “educar” que flaco favor han hecho al avance del país y que sus consecuencias se reflejan en: Alarmantes índices de deserción y repitencia escolar.
• Niños y jóvenes buhoneros, maromeros y limpiadores de parabrisas de automóviles.
• Ajustes de cuentas entre bandas delictivas.
• Incremento de los embarazos en adolescentes.
• Profesionales instruidos pero no educados.
• Problemas y diferencias entre miembros de familias, comunidades y organizaciones.
• Uso de la violencia y resentimiento como mecanismo para generar respeto y como medio de defensa que han dejado pérdidas humanas.
• Incongruencias politiqueras y mal manejo de recursos.
• Desproporciones gobierneras que atacan constantemente al colectivo venezolano.
• Marcado irrespeto a leyes establecidas.
Lo que si parece estar claro es, que se ha invertido mucho y obtenido poco de esos programas diseñados por organismos, con el fin de resolver el problema.
Se hace urgente asumir un compromiso de cada uno de los habitantes para con lo que exige la nación. Llegó el momento de la verdad, de la decisión final; hay que esculpir con urgencia el ciudadano del mañana, ir al encuentro con el hijo, hermano, vecino, alumno, y compañero.
Es el momento de dar lo mejor de cada quién y establecer nexos de amistad y correspondencia con la propiedad pública; hay que buscar a los mejores para diseñar y construir ese país que tanto deseamos para vivir; demostrar que si sabemos que hacer con las riquezas que posee este maravilloso territorio y dar vigencia al pensamiento de ese ilustre venezolano como Francisco Tamayo quién dejó palabras para nuestra reflexión:
“A Venezuela hay que quererla mucho, pero no con discursos y palabras bonitas, sino con hechos con obras”