Todo o nada, por Alexis Aponte

Todo o nada, por Alexis Aponte

Alexis Aponte.- El régimen, porque ya le cuesta gobernar, escogió una carta para tratar de destrancar el juego político, la carta de la Constituyente comunal, corporativa o como se le quiera llamar, en todo caso no es una consulta al poder originario, el cual reside en el pueblo, mediante el voto directo, secreto y universal. Es la última carta, porque representa todo o nada.

 El Gobierno

Si logra imponerla se queda con todo, podrá deshacer y hacer. Por supuesto deshacerse de la señora Fiscal, de la Asamblea Nacional, de gremios, sindicatos, de universidades autónomas, de la iniciativa privada, de militares institucionalistas y cualquier otra cosa que signifique lo contrario a lo comunal y socialización. En este orden de ideas, podrá hacer todo aquello que apuntale la práctica del  llamado socialismo del siglo XXI.

¡Ah, y si no logra imponerla! Entonces lo pierde todo, y nos referimos al poder político, poder económico y la impunidad que otorga el poder, al tener a los demás poderes bajo su control. Es muy probable que pierda hasta la posibilidad de poder recuperar algo de lo perdido, por ejemplo, que pueda seguir siendo un partido político con cierta base social.

La Oposción

La MUD se vio impulsada a tomar la calle, algunos no bien convencidos. Pero la realidad social que se palpa en las colas, escasez de comida, medicinas, la pérdida del poder adquisitivo del salario real y la inseguridad contribuyeron a que la sociedad civil rebasara a los dirigentes de los partidos y asumieran su responsabilidad en las calles y avenidas, primero en el este y ahora en toda la ciudad y en todo el país. El descontento trota a todo lo largo de Venezuela.

En este “juego” (Teoría de Juegos) de Todo o Nada, la MUD no puede abandonar la calle, porque el costo político sería muy alto, y en su desarrollo han apostado duro y han perdido. Se han recuperado por los errores del régimen y por los aciertos ya aprendidos. Por lo tanto están apostando duro a todo o nada.

El costo en el cual se incurre es elevado, la lucha se intensifica, ambos aprenden, la sociedad civil ha adquirido conciencia de su destino y no está decidida a sacrificar valores y principios propios del progreso de la humanidad como Libertad, Democracia y Derechos Humanos, amén de comida, medicinas y seguridad. A más represión, más gente. A jóvenes fallecidos, más muchachos luchando por su futuro. A más heridos, más médicos y más solidaridad para atenderlos.

Sin embargo, uno tiene el poder de las armas y solo un 11% al /15% de apoyo en la población, el otro tiene el arma de la Constitución y las leyes. Puede ser una lucha larga, dura y costosa.

El tercer actor

Hay un actor decisivo en estos casos: el militar. Ellos tienen “el cinco de oro”, cuando decidan no apoyar al gobierno se acaba “el juego”. Pueden sentar a los actores en disputa y obligarlos a llegar a acuerdos. Es un supra actor con mucho poder, que salvo uno de los componentes, conserva cierta valía y podría ejercerla (eso es hasta el presente, porque en la medida que se intensifique la lucha actual, su involucramiento es inevitable y también su corresponsabilidad como un todo).

Este actor conoce y domina lo que significa una confrontación violenta, sus consecuencias y las taras que conlleva para todas las partes. Su imagen, solvencia y sobrevivencia están implícitas en el desarrollo del conflicto. Por lo tanto, en algún momento tendrán que ejercer el poder delegado, el cual está definido y muy preciso en el texto constitucional vigente. En otras palabras; cumplir y hacer cumplir el pacto social que todos hemos aprobado.

Conclusiones

  • El Todo o Nada es una disyuntiva peligrosa. Puede conducirnos a situaciones muy violentas difíciles de controlar en una sociedad que no tiene un liderazgo visible y si muchas iniciativas.
  • Toda confrontación termina con una capitulación de una de las partes, el aniquilamiento del contrario o una negociación. En nuestro caso, hasta ahora la sociedad civil ha demostrado fuerza en la calle, carácter  y capacidad de resiliencia.
  • La negociación, que ya no es diálogo, tendrá que darse, o bien porque factores internos lo procuren y el gobierno lo asuma con sinceridad, o bien porque sea impuesto por factores externos, porque ya somos un problema para el resto de América latina.  Somos un problema internacional.
  • Hasta en la guerra de Independencia hubo necesidad de “una regularización de la guerra”. Ambas partes fueron sinceras y hubo logros. Aquí no debemos esperar tanto.

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