La calle lo tiene loco, por Alexis Aponte

La calle lo tiene loco, por Alexis Aponte

Alexis Aponte.– Dejaremos a un lado los temas económicos porque ante todo lo que acontece en el país, ésta pasa a un segundo plano.

Semana de reflexión y oración en especial para todos los cristianos, apostólicos y romanos. Semana para rogarle a nuestro Dios por Venezuela. Qué ilumine a sus dirigentes para que todas las decisiones sean acertadas. Qué ilumine a todos los que están en el gobierno (lamentablemente hoy día embriagados de poder) y les haga sentir un halo de sensatez en estos aciagos momentos que vive la República.

La semana que acaba de terminar estuvo colmada de gente en la calle. Protesta y  expresión de un deseo de Libertad, Democracia y de decidir sobre nuestro futuro. La gente está cansada de colas por la comida,  de la escasez  y de la inseguridad personal. La gente tiene rabia represada y está perdiendo el miedo. Hombres y mujeres, ancianos, personas maduras, adolescentes, personas con discapacidad física. Todos quieren un cambio a la mayor brevedad para terminar y ponerle punto final a una tragedia llamada Venezuela.

Por el lado del gobierno se observa una dirigencia que no quiere doblegarse ante la realidad, pero que inevitablemente se impone metro a metro. Esto se puede cuantificar por el discurso destemplado, extremista  y desesperado. Hasta hace unos días; cada día que pasaba contaba a favor del gobierno, Hoy cada día que termina; es un día menos para el gobierno. El tiempo es relativo y depende mucho de la dinámica de los procesos sociales. El gobierno se está jugando a Rosalinda, pero va a perder hasta los corotos.

El gobierno se sustenta, por ahora, en la represión, pero los que reprimen también son pueblo, se cansan, no tienen relevo, también pasan hambre y tienen familiares enfermos sin medicinas. Tienen hijos que al igual que la mayoría ven su futuro obscuro y sin esperanzas. Esos policías y guardias nacionales parodiando la canción de moda; “Despacito, Despacito…” comienzan a ceder, a mirar para otro lado y a no obedecer con firmeza la orden de su superior.

Ese contagio llegará a los oficiales que comandan, ellos también son venezolanos, y sufren las penurias de toda la sociedad. No nos extrañemos que en cualquier momento, esas barreras hoy día difícil de franquear, se abran como las aguas del Jordán ante el paso del Señor, en nuestro caso, ante un pueblo que quiere recuperar su Democracia, comer, tener medicinas y  caminar seguro por las calles de Venezuela.

El poder, esa función que concede autoridad, es pasajero, efímero y enloquece. Tenerlo y ejercerlo es válido si y solo sí,  es para servir y ser útil. Es una palanca extraordinaria para solucionarle problemas a la gente, para crear oportunidades, para ayudar a formar ciudadanos y republicanos y la mayor satisfacción es que,  llegado el momento de separarte del ejercicio del poder, puedas andar con la frente en alto, gozando del respeto de tus conciudadanos y de la libertad y seguridad del deber cumplido.

Aferrarse al poder o buscarlo con obsesión es un suicidio, te convierte en un obstinado y un alucinado. Te aísla de la realidad y terminas en lo más bajo de la evolución del ser humano. La historia está llena de ejemplos pasados y recientes, tantos de aquellos que han terminado en madrigueras, como de aquellos que se han convertido en faro de lo bueno para la humanidad.

Por último y en función de estos días, es conveniente reflexionar sobre lo que estamos viviendo. Todo pasa, nada es eterno y el tiempo es relativo. El que reprime se cansa y quien tiene la Verdad y lucha por principios y valores lo asiste la fuerza del destino.

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