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Antonio Ecarri Bolívar.– Desde que los berlineses tumbaron estrepitosamente su oprobioso muro  y el “todopoderoso” imperio soviético se vino abajo como un castillo de naipes, sin disparar un solo tiro en ninguno de los dos eventos, no hubo nadie en su sano juicio que apostara algo a favor del futuro del comunismo en el mundo. Eso lo sabían, incluso, aquellos regímenes que aún no habían implosionado – como el de Cuba por ejemplo – pero comenzaron a hacer arreglos de mampostería, en sus destartaladas casas, para ver cómo podían pasar la página sin mayores sobresaltos y, sobre todo, conservando sus revolucionarias testas en el sitio de costumbre. A los cubanos se les puede acusar de todo menos de lerdos, solo el hecho de haber logrado sobrevivir, ese régimen tiránico, a trece presidentes norteamericanos ya es un logro nada despreciable. Actitud lerda que sí debemos atribuirle a sus oponentes del norte,…

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Ricardo Bello.- Kennedy no será juzgado de manera complaciente por la historia, no será recordado por lo buenmozo que era, for his goodlooks dirían los norteamericanos; ni por la elegancia de su esposa, que deslumbró a de Gaulle en su famosa visita a Francia, antes de reunirse con Khruschev en Viena, semanas antes de la crisis provocada por la construcción del Muro. Será recordado por haber entregado a Berlín oriental en un gesto de debilidad. Al no haber hecho nada frente a la construcción del Muro, envío un mensaje inequívoco a los rusos, grandes jugadores de ajedrez: sigan avanzando, como las tropas en la Sinfonía 7 de Shostakovich, indetenibles, alegres en el terror y la miseria que prodigaban. El 6 de septiembre de 1962, el mismo Khruschev le confesó a Stewad Udall, altísimo oficial del gobierno norteamericano de visita en Rusia: “Kennedy entiende lo que está ocurriendo, pero no tiene…

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Ricardo Bello.– La verdad es que tanto Ulbricht como Adenauer, sobrevivientes ambos del holocausto nazi, sin ser judíos, desconfiaban de los alemanes. Las lecciones de la II Guerra Mundial eran muy claras. Si se les deba la oportunidad, los alemanes se volverían fascistas. Y para impedir que no volviera a pasar, Ulbricht organizó el servicio de policía secreta más temible que haya conocido la historia. Su propósito en la vida, sostiene Frederick Kempe en su libro Berlin 1961, fue salvar el nuevo Estado comunista alemán de caer en las garras de un fascismo rejuvenecido. Adenauer compartía su desconfianza y por eso estaba tan empeñado en asociar su país a la OTAN y al Mercado Común Europeo. Si tenían tanto en común, ¿qué los separaba? Sencillo: la superioridad económica del sector occidental. Días antes de la construcción del muro, Krushchev recibió una noticia espantosa. El éxodo de los refugiados había subido…

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