Marxismo, necrofilia y brujería, por Antonio Ecarri Bolívar

Marxismo, necrofilia y brujería, por Antonio Ecarri Bolívar

Antonio Ecarri Bolívar.– Soy respetuoso de las creencias de cada quien, porque creo en la libertad religiosa como parte de los derechos fundamentales del hombre. Para mí es tan respetable un católico que un evangélico, un santero o un ateo. Ya lo decía Bolívar, para justificar el Estado laico y la libertad religiosa, que “la religión forma parte del gabinete privado de cada quien. El Estado no puede tener una religión oficial”. Dicho esto, como advertencia primera, entrémosle a lo que venimos: desmontar esa maniobra, de la peor estofa, de pretender montar todo un tinglado mágico-religioso alrededor de un gobierno, supuestamente de izquierdas, para engañar incautos.

Lo que es inaceptable, por ser falso, por constituir una hipocresía, una falacia o un intento de manipulación descarada, es decir que se es religioso o creer en supercherías y, al mismo tiempo, proclamarse marxista porque es una contradicción dialéctica inaceptable. Marx afirmaba que la religión es el opio de los pueblos y no hacía distinciones en materia de cultos. En efecto, en su Crítica de la filosofía del Derecho de Hegel Marx decía, siguiendo a Feuerbach, que “no es Dios quien crea al hombre sino el hombre a Dios”.

Identificar todo un proceso político con el empeño manipulador de la necrofilia santera en torno a Bolívar, Zamora, Maisanta, ahora Chávez y cuanto muerto, ilustre o no, tengamos en nuestra historia nada tiene de materialismo dialéctico o histórico y sí mucho de superchería. Michele Ascencio, escritora, investigadora y profesora universitaria nacida en Haití y criada en Venezuela se propuso estudiar fenómenos de la religiosidad popular y se dedicó a visitar brujas, espiritistas tarotistas y santeros. En su libro De que vuelan, vuelan concluye que la santería no ha crecido de forma espontánea en Venezuela, sino que había sido impuesta para ayudar a crear una especie de religión alrededor de la figura de Chávez. Así lo decía la investigadora fallecida: “el uso de las creencias religiosas del chavismo es una forma de hacer política. El reto era convertir al ciudadano en devoto. El devoto rinde culto a una deidad o divinidad. Hay un culto a Chávez que genera actividades sumisas y no se cuestiona el dogma o lo que se predica. Los ciudadanos se comportan frente al político como frente a un Dios. Él formalmente se convierte en Dios en la tierra, el redentor, el salvador”.

Así se ha comportado el régimen con el endiosamiento de nuestros héroes militares: Bolívar, Zamora y Maisanta (bisabuelo de Chávez), quienes representan los buenos dioses que están con el proceso y Páez, el propio demonio, porque se enfrentó, según la torcedura histórica, en enemigo del Dios Mayor que es Bolívar. Esa tergiversación histórica contra Páez, como “enemigo” de Bolívar lo desmiento en mi trabajo, pronto a publicar, que titulo: La Cosiata, cómo fue. La verdad objetiva sobre la disolución de la Gran Colombia.

Ahora todo ese entramado, de la manipulación esotérica del chavismo como política, sale a la luz pública en un serio trabajo de investigación del autor David Placer, quien hizo la maestría de periodismo que organizan, en forma conjunta, la Universidad de Barcelona y la de Columbia de Nueva York, donde relata, en su obra Los Brujos de Chávez, el carácter supersticioso de éste y afirma: “los conjuros y amuletos siempre acompañaron al caudillo. Confió los destinos de la conspiración a la lectura de cartas, intentó ganar simpatías de sus compañeros golpistas con la ouija y promovió la santería cubana desde el Palacio de Miraflores, un recinto donde se sigue practicando el espiritismo. La política y la superstición se han entrelazado en un movimiento que recurrió a babalawos para imponer, a través de la religión y los ritos, un control sobre dirigentes políticos, militares, partidos, instituciones del Estado y otros factores de gobierno”. En ese libro se relata la anécdota, contada por el íntimo amigo de Chávez Nedo Paniz, según la cual, en la Gran Sabana Hugo le confió, muy serio, un secreto: “Nedo, yo soy la reencarnación de Ezequiel Zamora”.

Como dicen sus editores: “se trata de una obra imprescindible para comprender el chavismo como movimiento político y a Hugo Chávez como un líder que buscó apoyo hasta con las ánimas y los espíritus. Todo en función del poder”.

Ah, pero quienes crean en eso, asúmanlo como lo que es: un sincretismo mágico-religioso manipulador para convencer incautos, pero no lo vengan a vender como marxismo y no amenacen a Henry Ramos, ni a los adecos todos, con demandarnos por no tragarnos el cuento. Nuestra “religión cívica” nos prohíbe creer en cuentos de aparecidos, pues Gallegos nos enseñó, con Juan Primito, en qué momento aparecen los rebullones: es cuando un gobierno se desmorona… ¡por pavoso!

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