Calvani, la Justicia Social y el Bien Común Universal, por Luis Xavier Grisanti

Calvani, la Justicia Social y el Bien Común Universal, por Luis Xavier Grisanti

Luis Xavier Grisanti.- El Dr. Arístides Calvani (1918-1986), canciller de Venezuela durante la primera presidencia del Dr. Rafael Caldera (1969-1974), fundamenta la extensión de los conceptos de justicia social y bien común al plano internacional, conforme al análisis de la evolución del proceso de industrialización de los países desarrollados en el siglo XIX. En aquel entonces, la industrialización trajo consigo un salto cuántico y cualitativo en la calidad de vida de los países que la lograron, pero también se crearon masas de trabajadores mal remunerados y condiciones de trabajo inhóspitas e insalubres en muchos casos, las cuales fueron más tarde superadas.

Inspirado en la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (1891) y en la Doctrina Social de la Iglesia Católica, el profesor de la UCV y la UCAB postula que la industrialización trajo consigo un salto cuántico y cualitativo en la calidad de vida de los países que la lograron; pero también se crearon masas de trabajadores mal remunerados y condiciones de trabajo inhóspitas e insalubres, que más tarde fueron superadas.

El canciller venezolano argumenta en sus intervenciones en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que la justicia social de las sociedades industrializadas se constituye en un “principio regulador” que permite restituir “el equilibrio” entre empresarios y trabajadores, entre propietarios y asalariados, entre gerentes y obreros. Este equilibrio es reconocido por las leyes sociales que establecen condiciones favorables para los trabajadores y por las leyes tributarias que disponen la progresividad y equidad en el pago de impuestos, de manera que quienes más ingresos y capitales posean, más deben cancelar tributos.

El fundador de la Escuela de Estudios Sociales de la UCAB arguye que, de la manera similar como estos procesos han tenido lugar en el interior de los países, los mismos principios de justicia social internos deben extenderse a las relaciones internacionales. Existen disparidades alarmantes entre la riqueza de países avanzados y la pobreza de naciones atrasadas. Los países más ricos tienen una obligación ética y moral, además de política, de ayudar, no con dadivas, a los países pobres a alcanzar el desarrollo.

A juicio de Calvani, los términos de “países en vías en desarrollo” o “de menor desarrollo relativo” esconden la verdadera dimensión del subdesarrollo. Al igual que los trabajadores en los albores de la Revolución Industrial a fines del siglo XIX, en la segunda mitad del siglo XX los países más desposeídos han tomado consciencia de su injusta condición, al exportar materias primas de menor valor y al importar bienes industriales y tecnologías de mayor valor, lo cual conduce al deterioro secular de los términos de intercambio, sometiendo a los países pobres al atraso y al subdesarrollo estructural. Más aun, afirma: “esos mismos hechos hacen ilusoria la paz.”

El ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela reclama un activismo más enérgico y constante y un compromiso más concreto y consistente de las naciones industrializadas y de los organismos multilaterales para corregir las desigualdades en la división internacional del trabajo y en la distribución del ingreso y la riqueza mundiales. De ahí la necesidad de una Justicia Social Internacional como principio rector de las relaciones internacionales.

La disminución de la brecha entre países ricos y pobres es un imperativo insoslayable, en ausencia de la cual se agravarán los conflictos internacionales y cualquier paz lograda será frágil e inestable. Calvani se pregunta:

¿Cómo, pues, la explotación de un país por otro podrá engendrar la paz en la Tierra?… ¿Cómo denominar las relaciones entre las naciones desarrolladas – cualquiera que sea su signo – y las naciones en vías de desarrollo sino de dominación y sujeción?”

El estadista venezolano no circunscribe el fenómeno de la injusta distribución internacional del trabajo a los países capitalistas, sino también a los países que entonces aplicaban el llamado “socialismo real,” con regímenes marxistas-leninistas de partido único, Estados propietarios de los medios de producción y economías de planificación central:

“La política de bloques y la división del poder mundial en torno a dos grandes potencias han instalado vicios profundos en la ayuda internacional. En un sistema, la dominación económica conduce necesariamente a la penetración política y cultural. Bajo otro signo, la dominación política e ideológica implica, igualmente, el control y la explotación económicos.”

Si bien la política exterior del presidente Caldera y del canciller Calvani busca distanciarse de la confrontación Este – Oeste para colocar el foco en la dimensión Norte – Sur, los nuevos tiempos reclaman una mayor cooperación Sur – Sur. Los conceptos de pluralismo ideológico y solidaridad pluralista están aderezados a dinamizar la cooperación entre los países subdesarrollados del Sur, como señala el ministro en la Introducción a la Memoria (Libro Amarillo) del Ministerio de Relaciones Exteriores, correspondiente a 1969:

“El gobierno reconoce la importancia creciente en la vida internacional del continente africano y toma medidas para ampliar nuestros nexos con ese continente, que, junto con América Latina y Asia forman el llamado Tercer Mundo, o sea el conjunto de países en vías de desarrollo que busca una nueva y justa correlación de sus relaciones con los países industrializados sobre una base que no puede ser otra que la de la Justicia Social Internacional.”

El Bien Común Universal es un nuevo concepto de las relaciones internacionales que se deriva de los cambios tecnológicos que comienzan a advertirse en el planeta a partir de la conquista del espacio y la llegada del hombre a la Luna. La dimensión cósmica del universo debe contribuir a la unión de la raza humana, a la noción compartida de que todos los seres humanos son iguales e indivisibles y se deben una solidaridad activa entre sí para cooperar en la solución de sus problemas, respetando las diversidades étnicas, religiosas y culturales, sin discriminaciones de ningún tipo. El derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad, a la cultura y a la dignidad humana son inalienables y en un mundo que se hace más pequeño e interconectado por los avances científicos y tecnológicos, los seres humanos deben sentirse cada vez más cercanos y las relaciones entre las naciones deben guiarse por la búsqueda del Bien Común Universal bajo los valores de la Justicia Social Internacional.

Si bien los pueblos de los países en vías de desarrollo han tomado consciencia de que deben actuar conjuntamente para transformar “un orden internacional injusto,” los países desarrollados y subdesarrollados pueden, bajo el concepto del Bien Común Universal, trabajar y cooperar para formar un “nuevo orden internacional,” más justo, solidario y pacífico. Las estructuras internacionales, a criterio de Calvani, deben adaptarse y tener como eje principal de sus actividades la búsqueda del Bien Común Universal.

El jurista y catedrático sucrense considera que se requiere “superar la concepción de la soberanía y del patriotismo, animados por la solidaridad entre los pueblos y actualizarlos a la luz de los valores de la Justicia Social Internacional.”

Al conmemorarse el centenario de su nacimiento, podemos afirmar que, si bien el pensamiento de Arístides Calvani refleja las realidades geopolíticas y geoeconómicas de la época, los conceptos de justicia social internacional y bien común universal no pierden vigencia al replantearse el desafío del desarrollo sustentable en un mundo crecientemente globalizado, de manera que los beneficios de la sociedad del conocimiento y de la III y IV Revolución industrial sean disfrutados y repartidos equitativamente entre todos los pueblos y naciones del planeta.

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