Fuera los complejos del Petróleo: ¡Hay que PRIVATIZAR!, por Antonio Ecarri Angola

Fuera los complejos del Petróleo: ¡Hay que PRIVATIZAR!, por Antonio Ecarri Angola

Antonio Ecarri Angola.- PDVSA está destartalada y devastada. Las consecuencias de la implantación de un modelo atrasado, primitivo y anárquico; trajo consecuencias irreparables a la empresa que nos mantenía a todos los venezolanos. Es el mismo modelo que liquidó al BCV, arrasó con el aparato productivo, la agroindustria, con el quebraron a Corpoelec, a las Empresas Básicas de Guayana y ahora se alza con el trofeo de haber destrozado una de las empresas petroleras más importantes del mundo.

Es la fase terminal de un modelo político, económico y social que estaba condenado al fracaso y, fracasó. Dilapidaron la mayor cantidad de ingresos que la República había tenido acceso en toda su historia. La borrachera socialista se llevó todo, incluso la industria petrolera.

Hace un par de semanas, informes de la Agencia Internacional de Energía y de la OPEP servían de testimonio de la gravedad de la situación de nuestra industria. Habíamos quebrado el mínimo histórico, estamos por debajo de 1.500.000 barriles diarios. La gravedad llega a niveles alarmantes, porque la caída no se detiene sino que se acelera: La producción va cayendo en 50.000 bpd durante los meses de enero y febrero; sin embargo el mes de marzo, se agrava aún más, la caída es de 100.000 bpd. Estamos frente al cierre técnico y operativo de la industria petrolera venezolana.

La situación de las refinerías es aún peor. Cardón y Puerto La Cruz están cerradas, sin hablar de El Palito, cuyo cierre técnico se conoce desde hace ya tiempo. Amuay está a menos de la mitad de su capacidad operativa. Incluso, la entrega oscura a China y Rusia del Complejo Refinador Paraguaná, fracasó. Se estima que para reactivar las refinerías se requieren 10.000 millones de dólares de inversión en cada una de ellas, con 5 años de trabajo de rescate ininterrumpido.

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¿Qué hizo Maduro? No se le ocurrió mayor insensatez que ponerle fin a la teórica autonomía gerencial de la industria y la hizo adherirse a un ministerio. Pues, según Decreto Presidencial publicado en la Gaceta Oficial Nº 440.859 de fecha 12 de abril del año en curso, asigna las más amplias facultades y potestades al Ministro de Petróleo de disposición sobre nuestra industria, incluyendo la «modificación o supresión» de Pdvsa y todas sus empresas filiales. Es, finalmente, el requiem de la industria petrolera venezolana. Apagan PDVSA, la que genera el 97% de los ingresos de Venezuela. El colapso general se hace más que previsible.

¿Qué hacer?  Dejar los complejos socialistas y asumir una dura realidad: Hay que privatizar la industria petrolera para que funcione. El Estado venezolano hoy no cuenta con la mínima capacidad de inversión ni mucho menos de gerencia para rescatar la industria.

A los venezolanos nos sale diseñar, con la urgencia del caso, un Plan de Emergencia Petrolero que nos permita recuperar la producción petrolera y recuperar nuestras refinerías. Por cierto, no hay más tiempo, no hay mucho que esperar. La Edad de Piedra no se acabó porque se hayan acabado las piedras. Un informe de la petrolera inglesa BP, admite que el llamado «Pico de Demanda» se inicia cerca del año 2030, dados los importantes avances científicos y tecnológicos que la humanidad viene experimentando en materia de energías alternativas.

Ahora bien, el Plan de Emergencia Petrolero que proponemos no es otro que abrirnos a los mercados internacionales generando un nuevo modelo económico que de garantías plenas de rentabilidad a los inversionistas.

El primer requisito que debemos cumplir los venezolanos es dejar los dogmas moribundos de la historia que nos han llevado a este estruendoso fracaso. Cambiar de modelo político, económico y social es urgente, asumir el dólar como moneda, disminuir el inmenso e inservible tamaño del Estado, recortando el gasto público, limitando las funciones estatales a tres empresas básicas Educación, Salud y Seguridad debe ser la puerta de entrada para poder acceder al siglo XXI. Estamos jugándonos el último inning del juego, o lo hacemos ahora o nunca.


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