Entrevista a Francisco Javier Pérez, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española

Entrevista a Francisco Javier Pérez, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española

«Francisco Javier Pérez es bien conocido por sus publicaciones sobre lingüística, tanto en el campo de la lexicografía como el de la gramática. Es, además, un perspicaz crítico de literatura. En nuestro boletín publicó un magnífico trabajo sobre Edgar Allan Poe en la literatura hispanoamericana».

Así resume Gerardo Piña-Rosales, director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), al comentar la recién elección, por unanimidad, del intelectual venezolano Francisco Javier Pérez, único candidato postulado a la secretaría general de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) para el período 2016-2019.

Será el primero en asumir ese cargo en las últimas dos décadas, pues desde 1994 lo ocupó el filólogo cubano Humberto López Morales. Ignaciano y ucabista, licenciado en Letras, magíster en Historia de Venezuela, doctor en Historia y ex presidente de la Academia Venezolana de la Lengua (sillón R), Pérez cumplirá este mes 56 años de edad. Es además Miembro Correspondiente Hispanoamericano de la Real Academia Española (RAE).

-¿Qué diferencia hay entre las labores de la RAE y ASALE? ¿Cómo se coordinan ambas instituciones?
-ASALE es una institución creada en 1951 para reunir y agrupar a las Academias de la Lengua Española a los fines de favorecer la unidad, la integridad y el crecimiento de nuestra lengua. Las 22 corporaciones que la componen, con la debida autonomía que cada una de ellas tiene, desarrollan sus proyectos en acuerdo con las políticas panhispánicas de la comunidad hispanohablante mundial. Se trata, pues, de estudiar, describir y divulgar el «policentrismo» de la lengua española, un rico concepto que permite entender y dar cabida natural a las distintas maneras en el uso de la lengua y no a una o algunas pocas de las variedades dialectales en detrimento de las otras. La RAE, la más antigua de las corporaciones académicas en la cultura hispánica, institución tres veces centenaria, es una más de las academias que integran la ASALE y, como tal, tiene objetivos coincidentes con el del resto de las corporaciones y, también, sus propias metas, logros y proyectos. La idea decimonónica de que la RAE regía los destinos de todas las academias está, si es que alguna vez así lo fue, muy superada por anacrónica.

-¿Qué piensa del proyecto Fundación Pro ANLE, ya que esa Academia no recibe ayuda del gobierno de España ni del de EEUU, si bien éste país tiene la mayor población hispana del mundo después de México?
-Creo que es una vía válida para la obtención de fondos. Es un asunto pendiente que tendrá que auspiciarse desde la ASALE.

-Además de mudarse de Caracas a Madrid en 2016, ¿qué retos personales y profesionales imponen este nuevo cargo?
-Son muchos los retos. En primer lugar, continuar la estupenda y encomiable labor que hizo el anterior secretario general de la ASALE, el maestro y fraterno amigo Humberto López Morales, quien durante 21 años ha ejercido a cabalidad y con nobleza este cargo. En segundo lugar, seguir propulsando a la ASALE como la institución panhispánica que es y hacer que los aportes en esta dirección sean cada vez más sólidos. La tarea no es fácil ni en lo primero ni en lo segundo, pero, aunque cuento con la inestimable ayuda y veteranía de Darío Villanueva, presidente de ASALE y director de la RAE, pondré todo mi esfuerzo, capacidad de trabajo, responsabilidad y conocimientos para cumplir a tiempo completo con esta honorable tarea que me han asignado mis colegas. En una consideración no oficial, este cargo debe funcionar como una suerte de embajada lingüística para el mundo hispánico.

-¿Cuál es el balance de su gestión en la Academia Venezolana de la Lengua (AVL) y qué retos deja a su sucesor?
-Aunque no debería ser yo el que lo dijera, estimo que mi gestión al frente de la AVL por espacio de cuatro años tuvo un saldo en general muy positivo. Se continuó con el proceso de modernización de la institución emprendido años atrás y se logró alcanzar, además del cumplimiento de las tareas habituales de la corporación, y muy a pesar de las limitaciones de recursos económicos, un plan de ediciones, concertado y coherente, y allí están para demostrarlo los casi veinte títulos publicados. La AVL es una de las instituciones más longevas del país, con sus 132 años cumplidos, y ello habla del buen hacer institucional y del equilibrio y ponderación en sus formas. Creo que es uno de los más auspiciadores entes públicos del país y uno de los que ha entendido que está para aportarle a Venezuela frutos muy positivos. La lengua y la literatura son siempre las creaciones humanas en donde se reúnen los mejores ánimos y los afectos más perdurables. Estoy convencido de que el actual presidente de la AVL, el doctor Horacio Biord Castillo, comparte mis ideas al respecto y sabrá llevar a la institución por los mejores cauces y hacer, además, aún mayores aportes

-¿Cómo compensar el efecto que en el lenguaje tienen el deterioro en la educación y el retroceso en el discurso político en Venezuela?
-Es la responsabilidad en el uso de la lengua que hacen los hablantes comunes tanto como los hablantes más privilegiados, la que debe conducir los mejores desempeños. Maltratar la lengua sin necesidad es uno de los sinsentidos más grandes. Cada hablante debe esforzarse por hacer de su lengua un instrumento más virtuoso e inteligente para la comunicación y el pensamiento. Si entendemos que la lengua retrata la visión del mundo de una sociedad, nos preocupará saber que si deterioramos la lengua estaremos reflejando con ello los deterioros profundos de nuestra vida toda. En este aspecto, la responsabilidad de los hombres públicos en cuanto al manejo de la lengua debe ser extrema y, lamentablemente, muchas veces resulta todo lo contrario.

-¿Cuán necesario es actualizar el «Diccionario del Habla Actual de Venezuela» (Rocío Núñez/Francisco Javier Pérez, UCAB 1994)?
-Aunque los diccionarios son obras de parsimoniosa caducidad, siempre resulta provechoso ampliar y corregir el material que los determina. Cada nueva edición resulta, por ello, una contribución no sólo en cuanto al volumen léxico descrito, sino en relación con los medios técnicos ensayados para perfeccionar las descripciones propuestas. Este prestigioso diccionario ya requiere, está claro, de nuevas ediciones y ojalá algún día ellas puedan ser una realidad.

-¿Cuál es la norma ortográfica que más le molesta?
-En realidad no tengo ningún ejemplo, pues suscribo la ortografía vigente como la más coherente. Las normas ortográficas que más me podrían molestar serían aquellas que no se corresponden con el espíritu y naturaleza de la lengua. Y, aquí, debo manifestar mi complacencia con la generalidad de las propuestas incorporadas en la «Nueva Ortografía de la Lengua Española», obra de la ASALE en la que participé y que ha querido solventar muchos de los desajustes ortográficos anteriores y sincerar las regulaciones ortográficas, siguiendo el dorado principio de nuestra lengua que acorta poderosamente la distancia entre la pronunciación y la escritura.

-¿Cuál es su palabra favorita en español?
-Para un lexicógrafo, escoger entre tantísimas palabras de nuestra hermosa lengua no resulta tarea fácil. Sin embargo, me gusta «inconmensurabilidad», que he comentado en otras oportunidades, ya que en ella la lengua hace coincidir el significado (lo que no puede medirse) con el significante (la longitud formal de la palabra misma). Además, lo que no puede medirse es aquello que para el hombre resulta aliciente fundamental para su crecimiento y ello queda retratado a la perfección en esa palabra tan grande.

 

Fuente: El Universal

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